sábado, 3 de septiembre de 2011

El Inconformista según Cortázar

"No es misántropo, pero sólo acepta de hombres y mujeres la parte que no ha sido plastificada por la superestructura social; él mismo tiene medio cuerpo metido en el molde y lo sabe, pero ese saber es activo y no la resignación del que marca el paso. Con su mano libre se abofetea la cara la mayor parte del día, y en los momentos libres abofetea la de los demás"... Rayuela, Cap. 74

domingo, 31 de julio de 2011

Vanessa

¿Vanessa?
¿Es ese tu nombre?
¿Sofía? ¿Rebeca? ¿Mariana?
¿Cuál es la diferencia?
¿Qué importancia tiene?,
para alguien que se dedica a crear ilusiones.

Una copa, dos, tres o cuatro,
¿Cuál es la diferencia?
¿Que importancia tiene?,
o tal vez sí,
para alguien que se vende por unas cuantas monedas.

Vas sumando copas y sumando el dinero,
sacando las cuentas y el tonto a tu lado
creyendo todas las historias que inventas,
sintiendo cariño, simpatía por ti
cuando tú solo quieres sentir su bolsillo.

Hablas de tu familia, 
tu madre, tus hermanos,
tu padre está muerto;
¿Hijos? Aún no tienes.
Que pesada carga para una mujer
el no cargar sus hijos,  pero sí a los hermanos,
a todos los hermanos y a su madre también.

Pero yo me pregunto:
¿Es esto realidad?
¿O es un invento?
¿Son tan sólo fantasías?
¿Es sólo otra ilusión?
Será otra de tantas que se venden con frecuencia,
en aquel lugar donde se vive de noche,
con el reloj al revés, distinto al resto del mundo,
bajo luces falsas, no naturales,
que no provienen del Sol, ni de ninguna otra estrella.

Y cuando al final de la noche vuelves afuera, al mundo exterior,
¿Quién eres en ese momento?
¿En quien te conviertes?
¿En Sofía? ¿Rebeca? ¿Mariana?
...¿Vanessa?
¿Quién es real? ¿Quién es la ilusión?
¿La que sólo conoce la luz artificial
o la que siente en su piel los rayos del Sol?

¿Existes realmente en este mundo?
O eres sólo un sueño, una fantasía
Si es cierto esto, te exiliaré de mi mente.
Como en aquel cuento de Borges,
en que un hombre sueña a otro ser,
le da forma, vida, aliento,
y luego lo destruye, lo deshecha, lo aniquila.
Pero trágicamente, luego se da cuenta,
que él mismo no es real,
que también ha sido creado,
imaginado por alguien,
sólo por breve tiempo.
Y una vez que su creador despierte 
también él será destruido, devorado, desvanecido.

Y así, contigo, yo también desaparezco.
Se desvanece mi vida, junto con la tuya,
desaparece tu boca y tus dulces besos
y ese abrazo fuerte que una vez nos dimos
como aferrándonos con fuerza a ese momento.

Desaparecen tus manos que un día apretaban las mías
agarrándolas con fuerza para no dejarme ir,
una de esas madrugadas, cuando tenía que partir.
Desaparece con ellas ese anillo que te dí.
¡Una estrella para una estrella! 
Como te dije aquel día.
¡Cómo brillaba al principio! Pero se fue deshaciendo,
mientras tú poco a poco matabas mi ilusión.

Así que ¡desvanécete ya, mal sueño!
Que yo me quedaré sólo, esperando a que amanezca.
Y así cuando mi creador despierte 
con los primeros rayos del Sol, 
con la hermosa y limpia mañana,
seré desvanecido, desintegrado, destruido.

Devorado por el día, regresado al pensamiento.
O ni siquiera a eso porque ya no existiré 
ni en realidad, ni en sueños, ni tampoco en tu recuerdo.


J. R. Abella

sábado, 30 de julio de 2011

El Africano

Aún quedaban pequeños residuos de sangre en la afilada hoja. Se dedicó a limpiarlos con una esponja humedecida. Recordó cómo su madre lo bañaba cuando era niño, tomando agua del río con una esponja muy parecida a aquella y luego exprimiéndola sobre su cabeza, una y otra vez. El agua siempre estaba fría, y al principio él se estremecía y lloraba, pero después de un rato la descarga de agua era recibida con deleite, pues esa región del África donde había vivido su niñez, era siempre muy calurosa.

-¡Prepárense para salir!

Los gritos del lanista lo sacaron de sus cavilaciones. Puso a un lado el arma y empezó a colocarse su equipo, comenzando por las espinilleras, que ató con fuerza en cada una de sus piernas. Luego siguió la protección para su brazo y hombro derecho que aseguró alrededor de su torso. Tomó luego su casco; este tenía algunas abolladuras y estaba un poco oxidado, pero aún así había salvado su vida en más de una ocasión.

Finalmente, tomó el escudo con una mano, su espada con la otra y se puso en fila detrás de un compañero. A su lado estaba un hombre de baja estatura pero muy fornido. Era un cristiano que había preferido renegar de su religión y por ello, en lugar de ser lanzado a las fieras como alimento, había sido enviado a la escuela para aprender las artes de la lucha. Y aunque aún podría morir en las garras de una fiera o bajo la espada de otro hombre, no lo haría como un resignado cordero, sino luchando como un bravo león.

Se escuchó el rechinar de una gran puerta y la brillante luz del día invadió el oscuro pasillo. El africano volteó la cara hacia un lado, protegiéndose los ojos del resplandor. Vio al cristiano que le hacía una señal de ánimo con su espada y él le devolvió el gesto.

-¡Salgan ya! –gritó el lanista.

El numidio avanzó con paso firme junto con el resto del contingente. A medida que se acercaba a la salida, recordó a su hija y a su mujer, como siempre lo hacía antes de cada combate. Pensó en lo que estarían haciendo en aquel preciso momento. Creyó ver a su hija jugando entre las ovejas, dándoles de comer y luego corriendo entre el rebaño; su mujer vigilaba a la niña desde lejos mientras hilaba una manta; un sol intenso brillaba en el horizonte iluminando la verde pradera. Tocó su pecho con una mano y luego la llevó a su boca, como besando esos hermosos recuerdos, besando a su hija y a su mujer. Seguramente lo daban por muerto hacía mucho tiempo, pero él nunca las olvidaba; pensar en ellas era su único consuelo en medio de tanta muerte, su única motivación para luchar por mantenerse vivo.

Entonces atravesó el gran portón saliendo hacia la luz, hacia el estruendo de los músicos, hacia el rugir del populacho, hacia la arena.

J.R. Abella

Ojos Perlados


Ojos perlados, perlas brillantes,
estrellas fulgurantes que alumbran tu mirada,
luces celestiales que cambian de color.
Un día desprevenido me atreví a mirarlos
y aunque sólo de paso iba mi mirada
una vez ahí ya no pude escapar
a esos ojos que hechizan, que vencen voluntades.
Detienen el tiempo o así me lo parece
cada vez que veo esos ojos verdes,
grises, perlados, dorados, brillantes.
Como dos estrellas brillan con luz propia,
con una luz propia o mas bien interna
una luz interna que sale de tu alma
cálida, amable, hermosa, agradable.
Resplandece en la noche, quemando corazones,
dejándolos marcados para toda la vida.

J.R. Abella

No te acerques



No te me acerques mucho
porque me veo afectado
No te me acerques mucho
porque estoy desorientado.

Tu cercanía me afecta, no
me permite pensar
algo hay en tu sonrisa
que no me permite hablar.
Algo tiene tu mirada,
que no te puedo dejar de mirar.
Algo hay en tu cabello,
en tus manos, en tu
boca...
que me hace desvariar.

Aunque te vistas de morado,
de negro, de azul o blanco,
eres el blanco de mi mirada
que no deja de mirarte.

Mi mente te sigue pensando
y no puede detenerse.
Detengamos la tortura y
no te me acerques mucho
porque estando un poco cerca
aun más quiero acercarme
para sentir tu aroma,
tu cabello, tus manos,
Para mirarte a los ojos...
y para mucho más.

J. R. Abella

Yo elijo el amor

Algunos no lo tienen
y su corazón lo anhela,
una vez que llega no siempre se queda,
a veces te engaña aunque piensas que lo tienes,
a veces te lo dan pero tú no lo aceptas,
a veces lo manchamos con cosas materiales,
a veces lo olvidamos, pensando que nunca llegará.

¿Lo sentiste alguna vez en tu corazón?
¿sentiste que atravesaba como un rayo tu alma?
¿que como un incendio quemaba tus entrañas?
¿Y del otro lado no había respuesta?
¿sólo una débil sonrisa, como de compasión?
O tal vez te fue ofrecido en bandeja de plata,
y como un arrullo llegaba a envolverte,
¿te dejaste arrullar entonces?
¿hiciste el intento?

Pero el arrullo duerme al que lo recibe,
sólo por un rato, no por largo tiempo,
y una vez despierte y abra los ojos,
no habrá dulces canciones que lo puedan alcanzar.

Difícil combinación de casualidades
que uno ame y sea también amado
si esto lo tienes no lo sueltes nunca
y si no lo tienes no pares de buscarlo
y nunca te detengas hasta poder hallarlo.

Dicen los científicos que el amor no es real,
que es cuestión de hormonas, sólo biológico.
Dicen los pragmáticos que se puede disecar,
seccionar, estudiar, controlar y comandar.

Esos mismos seres dicen lo siguiente:
el dinero, la razón, el "sentido común"
te dan la posesión y te dan la posición,
respetabilidad, orden, honor.

Pero yo les pregunto:
¿te llegan al alma?
¿Te mueven el piso como un terremoto?
¿Atraviesan tu cuerpo como afilada espada?

Por eso yo dejo a los científicos y a los pragmáticos,
que se solacen en su dinero, en sus propiedades,
en sus laboratorios, en su honor y orden.

Yo elijo el amor con su desorden,
con su desinterés y su sinrazón.
Yo elijo el amor con su desolación,
con su dolor y su felicidad.
con su pasión y su devoción,
con su brillo y su desequilibrio mental.
Yo, elijo el amor.

J. R. Abella

Un aprendiz de escritor

Mi pasión por la lectura empezó a los 10 años, cuando en una biblioteca por casualidad descubrí un libro con hermosas ilustraciones. Contaba la historia del rapto de Helena y como la cólera de dos hombres -Agamenón y Aquiles- y el ingenio de un tercero -Odiseo- acabó con una hermosa y antigua ciudad: Troya.

Unos años después, al llegar al bachillerato, descubrí una materia que captó por completo mi atención: Historia Universal. Tanto me gustaba esa materia que hice por mi cuenta una investigación sobre la Edad Media, sin que el profesor la hubiese pedido nunca. Simplemente por el placer de conocer mejor ese período histórico.

Llegó la adultez y como dice una hermosa y triste canción del grupo Sui Generis "Poco a poco fui creciendo y mis fábulas de amor, se fueron desvaneciendo como pompas de jabón". Hay que trabajar hay que hacer dinero, hay que mantener a a la familia, como historiador no hay fuentes de trabajo, no hay buenos sueldos...hay que trabajar, hay que hacer dinero, mantener a la familia.... como escritor te vas a morir de hambre y... ¡ah claro! Las mujeres siempre quieren a un hombre exitoso.

Luego se atravesó el dinero... mejor dicho, la informática, los negocios, el mercadeo, en fin... el dinero, el mundo real.

Finalmente, una serie de giros del destino que sería muy largo detallar me llevaron de regreso a la lectura, y de allí a la escritura. Primero intenté algo de poesía (cosa extraña pues nunca me gustó antes) y luego algo de prosa. Así voy tratando de recuperar algo de mi verdadero yo, de aquellos inicios como aprendiz de lector, aprendiz de historiador, aprendiz de escritor.